Entrevista a Manu Tintoré

Manu Tintoré nació en 1964 en Bruselas, Bélgica. Realizó un postgrado en 2000 en la Escola d’Art d’Olot e inició su carrera artística como escultor y pintor. Toda su obra está ligada a la idea del ser humano, su futuro y su relación con el entorno que lo rodea. Trabajó diez años como ingeniero agrícola internacional para la ONU en diversos países de África y América, experiencia que impregnó su obra de una abrumadora globalidad y existencialismo. Actualmente vive en Cataluña cerca de Barcelona. WEB: https://www.manuvbtintore.com


Pregunta 1

Nipea: En el evocador discurso que acompaña a las exposiciones sobre las que vamos a prestar cuidadosa atención aquí, Pell Nua y Petit Nature, no pasan desapercibidas las numerosas referencias al mundo del pensamiento occidental en sus diferentes vertientes, desde la filosofía o la sociología hasta la literatura (Aristóteles, Eugenio Trías, Zygmunt Bauman, Fernando Pessoa…) e, incluso, ciertas alusiones a los lejanos confines de la cosmovisión oriental (Tanizaki, dinastía Song). No obstante, me da la impresión (corrígeme si me equivoco) de que la selección tiene que ver más con una afinidad íntima que por su alcance racional, que las utilizas como analogías que facilitan la comprensión de una obra como la tuya que se retrae a todo tipo de trasparencias, que se muestra difusa y escurridiza a la comprensión y, por tanto, invita a perderse por alguno de sus tantos recorridos.

Manu Tintoré: Ya que hablamos de referencias, el mismísimo Joan Miró aludía a la fuerza de la imaginación con la esperanza de que la pintura generase o  hiciera nacer algo nuevo.

Concibo mi obra como un ejercicio de desobediencia a su función de reflejo de alguna cosa, de imagen de algo. En lo presentado en la obra, todo es a la vez nombrable e innombrable, legible e ilegible, decible e indecible. Y es en esta dinámica representada, donde todo fluye a un ritmo tal, que apenas creemos haber  identificado algo, que este ya se desvanece para dar paso a algo nuevo.

Mi obra juega con la mezcla concomitante de las nociones de abstracción y de figuración.  Siempre propongo al espectador recurrir a su imaginación para contemplar el cuadro, una lectura muy parecida a la que realizamos cuando leemos las nubes.

Mis paisajes-territorios se nutren más de la evocación que de la figuración con el fin de alejarse hasta un cierto punto de la realidad concreta que nos envuelve y ahoga los caminos que la imaginación puede ofrecernos.

Son por tanto territorios y paisajes que tienden hacia la abstracción, que subliman la esencia de los elementos que los componen.  Los pocos elementos figurativos dispersos en mis obras, actúan como puentes entre los mundos de lo cotidiano, lo concreto y los mundos invisibles que nos permiten la evasión.

En el fondo se trata de un ejercicio de libertad, el de situarse en «tierra de nadie», el dejarse derivar, perderse, naufragar y construir desde allí mi obra, un territorio nuevo, nuevos horizontes que alimentan y se conectan con nuestro imaginario. Son en definitiva las obras de un hombre que mira hacia su paisaje interior para escapar del mundo de lo formal y lo concreto hacia un lugar lleno de invisible y silencio, de entender y sentirse parte de una totalidad cosmogónica.

Este es mi lenguaje plástico. Por otro lado, mi lenguaje simbólico se constituye a partir de  elementos de la cotidianidad y la cultura popular cercana. Me refiero por ejemplo a los jardines y patios de las casas, a los tiestos en los balcones, a la cartografía que nos invade o a las canciones populares que todos cantamos.

De este modo, como bien dices tú, mi obra se retrae a todo tipo de transparencias, es difusa y escurridiza a la comprensión y sin embargo está anclada conceptualmente a los símbolos cotidianos que me sirven para orientar mi trabajo pero que efectivamente sufren un proceso de desfiguración en el momento de pintarlos.  Probablemente la forma más efectiva de objetivación de mis obras la podemos encontrar en los títulos de las mismas. Como por ejemplo, «el patio de mi casa es particular»  y «ce plat pays qui est le mien» canción de J. Brel, «el silencio del origen», «arqueología de la presencia»…

En definitiva, una cierta ambigüedad, un misterio oculto y una tensión sostenida, me parecen condiciones importantes en una obra de arte. El consumo directo e inmediato de una imagen, banaliza la experiencia contemplativa para la cual fue concebida.

Pregunta 2  

Nipea: En Pell Nua abundas en la imagen emblemática del jardín, que desde aquella antigua remotidad pre-lapsaria, ha nutrido fértilmente, con sus innumerables variantes, la tradición simbólica occidental. A ti te sirve, salvando las distancias, para profundizar en el orden existencial que ha construido el hombre de la modernidad. Un orden que se traslada a un ideal de naturaleza que, en el fondo, es más opresivo que emancipador.  ¿Qué significa el jardín para ti?

Tintoré: Probablemente ese lugar íntimo y seguro en el cual desarrollarse desde uno mismo.  Ese rincón resguardado y mágico donde encontrar todos los posibles inimaginables.

Ese jardín en donde la cartografía íntima es la que nos guía en el diálogo con uno mismo, el lugar en donde reside con todo esplendor y sin matices, la verdad de nuestra existencia y el origen de mi trabajo. Y sobre todo, ese lugar íntimo desde donde resentir los latidos del mundo y volcarse hacia los otros con una cierta autenticidad, acompañada por la serenidad y el silencio.

Recuerdo, despues de tantas elucubraciones sobre la idea del jardín, del paisaje, encontrarme con las palabras de David Trueba, en su novela Blitz,  en las cuales escribe «yo no sé para que sirve un paisaje. Porque un paisaje es un hermoso jardín inglés, pero también la valla para frenar inmigrantes africanos de Melilla. Creo que fue Robin Lane Fox el que preguntó en su clase de Oxford para qué servía un jardín y se encontró con la respuesta maravillosa de un alumno: para besarse»!

Pregunta 3

 Nipea: Me interesa permanecer e insistir todavía en el fascinante arquetipo del jardín porque te permite, por oposición, aproximarte a una otredad natural, radical y extremadamente diferente, atravesada de otras cualidades reacias a todo intento de captura y sujeción. ¿Qué relaciones encuentras entre el jardín y la exterioridad?

Tintoré: Del mismo modo que residen en mí una cartografía íntima  (lo propio) y una cartografía territorial (lo exterior), las sociedades también se mueven entre esas dos concepciones del espacio y me atrevería incluso a añadir una categoría muy vigente hoy en día, la cartografía de los otros, una cartografía humana (lo ajeno), esa cartografía que distingue lo nuestro de los Otros, esos mundos peligrosos y enigmáticos de lo (voluntariamente) desconocido, el otro lado de la frontera.

En un principio, hay que recordar que la humanidad creó los jardines antes que el concepto de paisaje. Los jardines procuraban la seguridad necesaria frente a un mundo exterior lleno de misterios, desorden aparente y generador de miedos y peligros.  Es por tanto, probablemente la primera idea de espacio propio generado por el hombre y el mejor reflejo del sentido incomprendido de la naturaleza y el sentido construido del espacio por parte  del hombre occidental.

En medio de este espacio salvaje, el mundo exterior desconocido, nacen los jardines que, en su etimología indoeuropea  (ghorto), ya incluye el significado de Clos (cerrado), en el interior del cual se encuentra concentrado y exaltado todo aquello que fuera del recinto se difumina y diluye en  la entropía natural.

Nos considerándonos  invencibles en nuestro jardín cada vez más amplio, complejo y sofisticado,  y re-descubrimos con asombro, que todo el orden que hemos creado durante siglos  no es otra cosa que más caos y que nuestras tres cartografías (intima, territorial y humana) presentan disonancias y nos conducen a lugares desconocidos u olvidados.

Distantes de la dimensión universal de la humanidad, en ruptura entre la idea de pertenencia a una totalidad y la fragilidad de un sistema atomizado, individualista que cuestiona en el fondo el lugar de la humanidad en el mundo. Confinados  una vez más y lejos de nuestra zona de confort, confrontados de nuevo a los dantesco de la naturaleza, a la intemperie envolvente, ajena, lejana y extraña. Y además, desorientados ante una sociedad agresiva y peligrosa caracterizada por la rapidez con la que se escribe la historia, incapaces de generar el sentimiento de pertenencia a esta historia fugaz y compleja, generadora de identidades huidizas  y cambiantes, inmersos en una permanente ambigüedad entre la realidad y la ficción e instalados en un relativismo galopante.

Pareciera pues, que la sociedad se tambalea entre un individualismo al amparo de los otros, una bunkerización de su estar y la ficción de unas redes sociales con el único fin de alejarnos de «la soledad negra e imparable de un cielo estrellado y desierto» F. Pessoa

Pregunta 4

Nipea: Jardín y frontera van irremisiblemente unidos. Con todo, nos sugieres que el límite, como la piel, alberga una ambigüedad inherente. Asoma en ocasiones su cualidad “diabólica”, disociadora y aislante. Pero no es posible pasar por alto su otra propiedad, la “simbólica”, cicatrizante y religadora. Sospecho que no es casual, pues, tu mención a Eugenio Trías.

Tintoré: Descubrí la filosofía de Eugenio Trias residiendo durante unos meses en el corazón del amazonas colombiano ¡¡¡. Mi preocupación por las nociones de limite y frontera estaban sin respuesta. La paradoja quiso que me encontrara en un lugar conocido como la triple frontera.  Allí descubrí la dimensión real de la esencia natural de la vida y la disrupción de nuestro modelo de desarrollo. Había casi olvidado que la naturaleza tiene sus límites, francos y certeros que hay que respetar. Que en ella, la naturaleza, residen una infinidad de enseñanzas en manos de los pobladores indígenas de la selva. Hombres y mujeres alejados de lo que Eugenio Trias llama la tiranía de la racionalidad, viviendo en armonía con su entorno.

El discurso que sostiene mi obra está inmerso en el lo que el filósofo llama el nihilismo contemporáneo. Para él, ante las contradicciones y los conflictos a los que estamos abocados, sólo podemos ya sea, denunciarlos como situaciones que nos llevan a la crisis, ya sea reorientarlos en miras de lo que él llama «una salud más alta». En los dos casos evitaremos el cierre del ser sobre si mismo y nos alejaremos del antropoceno destructor.

Un nuevo Ser capaz de transitar más allá de sus propios cercos, para transformarse y acceder a la Edad del Espíritu. Un nuevo Ser del límite, descentrado y capaz de salvarnos de nosotros mismos …

La línea, la piel y el jardín  que aparecen en mis obras, son representaciones posibles de la frontera, del límite, nuestros lindares. Límites que simbolizan el lugar de transición a algo nuevo.

La entrevista completa será publicada en el segundo número de la Revista Cosmotheoros