El Núcleo Internacional de Pensamiento sobre Epistemología Ambiental (NIPEA) organizó el 21 de marzo de 2019, junto con el Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), un Seminario Internacional dedicado a abordar temáticas relacionadas con la ecología política y la epistemología ambiental titulado “Naturaleza en perspectiva. Ética, política y epistemología en la Razón Ecológica Contemporánea”. En dicho evento participaron como expertos invitados el profesor del Departamento de Sociología II de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU), Ignacio Mendiola Gonzalo; el profesor del Colegio de la Frontera del Sur, Omar Felipe Giraldo; el profesor de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) y miembro de NIPEA, Carlos H. Sierra; y finalmente, como moderador, el Director del Instituto de Bioética, Eduardo Rueda Barreda.
Durante todo el evento académico los numerosos asistentes que acudieron al Auditorio Félix Restrepo de la Pontificia Universidad Javeriana pudieron seguir atentamente y tomar nota de las argumentaciones desarrolladas por los especialistas invitados en torno al habitar, así como al trasfondo cultural y vivencial que pone de relevancia el territorio como eje desde el que pensar la ecología contemporánea.
Ignacio Mendiola: exploraciones sobre el “habitar”
En primer lugar, se dio comienzo a esta jornada con la exposición del profesor Ignacio Mendiola, quien llevó a cabo una aproximación a los problemas consubstanciales a la ecología política a través de una exploración del “habitar”. La razón de ello es que en su opinión, el habitar sobrepasa los marcos tradicionales de análisis de la sociología y el propio entendimiento biofísico de la naturaleza. Teniendo en cuenta lo anterior, Mendiola planteó, a efectos analíticos, cuatro planos de examen diferenciados.
Por un lado, la exploración del plano ontológico desemboca en la necesidad de superar el concepto de espacio como algo externo a lo social. Como consecuencia de todo ello el profesor Mendiola opta por adentrarse en una ontología encarnada, de tal manera que el “habitar” tenga que más ver con los procesos de auto-producción subjetiva en el espacio. Esto nos lleva a concluir que el “habitar” no es algo pasivo ni supone recuperar una esencia perdida. Muy por el contrario, constituye un fenómeno activo con una carga de heterogeneidad experimentable. De ahí que sea esencial repensar el espacio como una topología crítica plagado de relaciones de poder.
Desde el plano ecológico, el profesor Mendiola considera conveniente repensar el puesto desde el que abordamos o asumimos el imaginario moderno, caracterizado por incidir de manera sobresaliente en una lógica de objetivación y mercantilizada (no es casual que se dé por sentado la coherencia del tránsito que va del “yo pienso, luego existo” ensoñado por Descartes al “yo conquisto” de Enrique Dussel). Una de las consecuencias directas más destacadas de lo anterior es que, pese a que en la civilización contemporánea se tolera cierta cercanía material, se establece desde un inevitable distanciamiento simbólico. Es por ello que repensamiento del espacio en el marco de las coordenadas proporcionadas por la ecología política permitiría desarrollar una “sabiduría del hábitat” que pase, en los términos establecidos por el filósofo y sociólogo francés Bruno Latour, por una tecno-ontología de espacios habitables.
Finalmente, traer a colación el plano teórico-político responde a la necesidad de prestar atención a la gubernamentalidad de la territorialidad. El profesor Mendiola pone el acento sobre el hecho de que falta, sin duda, una historia por escribir: precisamente la de los propios espacios en su dimensión política. De esta forma, el “habitar” estaría atravesado por tres ejes de impacto político incuestionable que atraviesan la historia moderna occidental: el eje neocolonial, que causa ecocidios y etnocidios; el eje neoliberal, que estimula la acumulación por desposesión y el eje inmunitario, que fortalece la seguridad para la preservación del capital en la sociedad burguesa.
Teniendo todos estos aspectos en cuenta, el profesor Mendiola nos traslada a un último plano que él denomina bionecropolítico. Ante la necesidad de modificar profundamente el imaginario simbólico del “habitar” para reconducir la gestión tecnológica y su proyección bajo un determinado discurso de la sostenibilidad, resulta fundamental confrontarse con el discurso mercantilizado y retornar a una reflexión sobre la “sabiduría del habitar” en la que converge lo biopolítico y lo necropolítico, puesto que la naturaleza, bajo esta perspectiva, deja de ser un mero escenario para pasar a condicionar, como sujeto activo dotado de cierta ingobernabilidad, los marcos limitantes de la sostenibilidad.
En este sentido, el profesor Mendiola finalizó su intervención poniendo sobre la mesa dos cuestiones centrales:
- Es necesario realizar una geografía del “habitar” (es decir, debemos ser conscientes de las tramas que constituyen nuestros hábitos)
- Dado que vivimos una experiencia de la crueldad, es necesario articular una pedagogía que hiera nuestra sensibilidad.
Omar Giraldo: la óptica epistemoestésica de la vida
Tras la presentación del profesor Ignacio Mendiola se pasó, sin solución de continuidad, a la conferencia del profesor Omar Giraldo, quien se centró en la diferente concepción de la vida a partir de un acercamiento emocional alternativo a la misma. Desde este punto de vista, para desarrollar una sensibilidad ambiental, es preciso repensar los fundamentos de la crisis civilizatoria que abre una insalvable escisión entre el hombre, como el actor paradigmático de la modernidad, y la propia naturaleza, entendida como materialidad o como abstracción exterior inerte. Sin entrar en detalle en esta inmensa tarea, el profesor Giraldo pone especialmente el acento en la idea de que la ecología profunda nos advierte que, en realidad, no hay división ontológica entre la naturaleza y el hombre. En este contexto, hay que deshacerse de dos ideas que tenido una amplia aquiescencia en los espacios académicos de la ciencia occidental. La primera de ellas tiene que ver con la posibilidad de articular, como si fueran dos esferas de la realidad distintas, las categorías atribuibles a la naturaleza y al hombre. Por otro lado, está la viabilidad de problematizar la naturaleza (que sólo lo entendemos como exterioridad). Ahora bien, tampoco podemos defender, según el profesor Giraldo, una especie de monismo ontológico ya que lo que caracteriza esencialmente la vida es su desarrollo pujante a través de la interdependencia y la distinción. El ambiente, desde este punto de vista, no sería sino una auténtica “maraña de senderos”.
Bajo esta óptica, la vida, la naturaleza y la actividad de los seres vivos y no vivos se transforma cualitativamente. Todos los organismos son devenires pasajeros cuyos límites son ambiguos, porosos y difusos. Al hilo de ello, el profesor Giraldo hace uso de ciertas interpretaciones del filósofo neerlandés Baruch Spinoza y, más cercano en el tiempo, de la filósofa colombiana Patricia Noguera, para poner sobre la mesa la exigencia de corporeizar los encuentros (ya que los senderos equivalen a una suma de encuentros). Es por ello que no cabe identificar el comienzo y el final de los cuerpos. Lo que llamamos cosas no son más que encuentros, orígenes co-dependientes. Nuestra existencia es un co-existir, en el fondo no asistimos sino a la propia vida dentro de la vida.
En consecuencia, la naturaleza cambia de faz cuando se reconoce la inexistencia de monismo sino, más bien, de alteridad radical, de diferencia extrema. Cada experiencia es un mundo vivencial particular en el corazón de una interconexión dinámica. No obstante, los encuentros no son azarosos. Existen patrones que determinan la esencia relacional de la Tierra y no la exterioridad. Debemos entendernos como encuentros desde el principio. No hay divisiones entre lo interno y lo externo, sino enmarañamientos dinámicos. Es por ello que el profesor Omar Giraldo haga referencia en la parte final de su presentación de la epistemoestésis, esto es de desarrollar un nuevo enfoque aproximativo que se centre en la intensidad de las afecciones, de los encuentros, del contacto con las demás formas de la vida y de la conciencia que emergen en el seno del encuentro.
Carlos H. Sierra: encuentros en la encrucijada
Tras las intervenciones principales, el profesor Carlos H. Sierra dedicó su turno de palabra a plantear las convergencias o los puntos en común que se evidenciaban en las ponencias de los profesores Ignacio Mendiola y Omar Giraldo. En opinión del profesor Sierra ambos conferenciantes consideran que la realidad carnal y los espacios del vivir (o del “habitar”) constituyen vías legítimas para impugnar la concepción moderna de la naturaleza (como algo material, abstracto, inerte). En el caso concreto del profesor Ignacio Mendiola, esta intención desemboca en la capacidad de captar la heterogeneidad implícita de una “sabiduría del habitar” y de una “topología crítica”. En el caso del profesor Omar Giraldo, el problema pasa por un re-pensamiento del ambiente como una maraña de encuentros sometidos a una carnalidad ilimitada. Además de estas perspectivas complementarias, el profesor Sierra profundiza en la dimensión carnal de la experiencia humana y del propio mundo a través de los planteamientos del fenomenólogo francés Maurice Merlau-Ponty y su idea de la carne como el trasfondo de sentido, la protofundación de todas nuestras experiencias que se entretejen el cuerpo propio, el de los demás y todas las cosas del mundo. Y es que las cosas, lejos de ser apéndices subalternos y aislados, se encuentran incrustadas en su carne. En última instancia, el mundo está hecho del mismo material que el cuerpo, con lo que resulta imposibilitado un supuesto desgarro ontológico entre ambos. De esta forma, a la vez que se repiensa la naturaleza del mundo, también es preciso reformular el propio concepto de límite. En ese sentido, el profesor Sierra consideró pertinente remitirse a los trabajos de Eugenio Trías, en la medida en que, bajo el enfoque del filósofo español, el límite no es sólo la referencia negativa que cerca lo posible, es también el espacio afirmativo a modo de conjunción-disyunción (por lo tanto, es el espacio bifronte en el que se ejerce la función diabólica: separadora y la función simbólica: poner junto).
Otro de los puntos que el profesor Sierra consideró transversales a las conferencias de los profesores I. Mendiola y O. Giraldo fue que para realizar una interpretación más fértil y realista del circunmundo, de lo ecológico, es preciso trascender los restrictivos límites del racionalismo moderno. Así, para el profesor Ignacio Mendiola sería preciso articular una pedagogía que hiera nuestra sensibilidad. Para el profesor Omar Giraldo la clave está en el desarrollo de una especie de epistemoestésis que se centre en la intensidad de los afectos y de los contactos y de la conciencia que emerge de ello.
En opinión del profesor Sierra esta tesis son congruentes con la idea de enriquecer el conocimiento humano mediante el retorno de una lógica del corazón, de acuerdo a los términos de Blaise Pascal, que redunde en una ética material, como la apuntada por el filósofo alemán Max Scheler. Ello se traduciría en una recomposición profunda del proceso intelectivo a través del nuevo papel reservado al universo afectivo que mueve la voluntad humana. En suma, la intervención del profesor Sierra finalizó con un llamamiento a reemprender lo que se había quedado en el olvido, esto es, la empatía elemental con la tierra.